Hablar de la ventana de Overton en una época de extravagancias políticas como la que estamos viviendo no debería sorprendernos. Sin embargo, sé por experiencia que dar por sentadas las cosas, además de ser una falta de respeto, implica el riesgo de perder al muy respetable público a lo largo de la lectura. Permítanme resumir algo que forma parte de su día a día.
La ventana de Overton es un artefacto intelectual que le debe su nombre a Joseph Overton, un lobista y teórico político, y en este se refiere al rango de opiniones aceptables y discutibles en el espacio público, por tanto los partidos políticos deben ubicarse siempre dentro de esta ventana para atraer a la mayoría de los votantes.
La idea es sencilla: presentar propuestas que estén dentro del rango de ideas aceptables y evitar aquellas que sean consideradas radicales o impensables, ya que podrían perder popularidad.
¿Pero cómo se puede ampliar el marco de esa ventana y lograr que una idea impensable sea considerada debatible? Una estrategia es lanzar ideas radicalmente extremas, de modo que aunque no sean aceptadas, la ventana se expanda y se haga de lo imposible algo posible, y que lo posible en un futuro cercano se convierta en plenamente factible.
Como por ejemplo, cuando Trump prometió construir un muro entre EEUU y México pagado por los mismos mexicanos. Aunque esa idea no se materializó en su totalidad, dio lugar a una política migratoria más estricta. Otro ejemplo es el de Mónica García, candidata en las recientes elecciones autonómicas de Madrid que prometió regular las apps de citas para que sean ‘seguras, públicas y gratuitas’, con la idea de un mayor control de las personas en las redes por parte de los autoridades, bajo la excusa de que ligar debe ser un derecho, regulado bajo el control del Estado. Con el tiempo, seguro que sus frutos recogerá.
Ahora que tenemos claro qué es la ventana de Overton, pasemos a hablar de la carne artificial, que por sorprendente que parezca, forma parte, al menos por esta semana, de un mismo relato manufacturado.
La carne artificial (cultured meat), también conocida como carne in vitro o carne de laboratorio, se refiere a la producción de carne animal a partir del cultivo de células musculares extraídas de animales, sin necesidad de obtenerla directamente de un animal vivo.
A diferencia de la carne de imitación o carne vegetal, que se elabora con proteínas vegetales, la carne cultivada conserva su origen animal. Los defensores de los derechos de los animales respaldan la producción de carne cultivada debido a que carece de un sistema nervioso, lo que significa que no puede experimentar dolor. Esto podría reducir la necesidad de criar y sacrificar animales para el consumo humano lo cual supuestamente tendría un impacto medioambiental significativo, y podría ayudar a abordar los problemas de escasez de alimentos en algunas partes del mundo.
¿Cuál es el problema entonces? Que muy poca gente quiere imaginarse un filete siendo creado por una impresora 3D, ni escuchar la expresión ‘pollo in vitro’ en un mundo post pandemia.
Y por supuesto, que actualmente nadie repara en pensar en el actual modelo de cría intensiva de animales, ni en los métodos de sacrificio, pero para ello contamos con la magia de las bandejas retractiladas, el hilo musical del supermercado y las sugerencias de presentación, que nos aíslan asépticamente de visualizar escenarios desagradables.
Del súper al plato, y si te resistes tienes carne ecológica el doble de cara o salchichas y hamburguesas vegetales que te permitirán protestar contra la industria cárnica mientras consumes alimentos libres de carne con formas creadas por la misma industria cárnica. Es como el ‘chocolate laxante’, al que se refiere el filósofo esloveno Slavoj Žižek en ‘El acoso de las fantasías’ como último rasgo de la post-modernidad: “Si estás estreñido, ¡come más de este chocolate!”… aunque el chocolate sea fuente de estreñimiento.
Y así es como finalmente llegamos a la ‘Albóndiga de Overton’. En unos pocos días, del 19 al 23 de junio se celebrará el Festival Internacional de la Creatividad en Cannes, donde se otorgan los preciados ‘Leones de Cannes’ y 15.000 publicistas disfrutarán de un momento de onanismo corporativo sin parangón.
Una de las campañas favoritas de este año proviene de la empresa australiana de carne artificial Vow, los cuales son conscientes de las reticencias del público a consumir sus productos, a pesar de contar con el respaldo de organismos internacionales y lobbys medioambientales desde Naciones Unidas a PETA.
Vow ha llevado a cabo una audaz campaña (vídeo altamente recomendable) con miles de reacciones en prensa y redes sociales para ampliar su particular ventana de Overton, convirtiendo lo que resulta difícil de digerir, en un acto de amor incondicional y un evento (pre)histórico, tal como ellos mismos afirman:
“Creamos una albóndiga hecha de células de mamut lanudo y la regalamos al Rijksmuseum Boerhaave en los Países Bajos. El mamut es un gigantesco símbolo de pérdida. Esperamos que nuestra albóndiga reviva conversaciones sobre la carne y el cambio climático”.
Para recrear la carne de mamut lanudo, los científicos recrearon el ADN de esta criatura extinta, llenando los vacíos con fragmentos de ADN del elefante africano. ¿Alguien probó la albóndiga? Por supuesto que no, de hecho no sabemos si es apta para el consumo humano, pero se presentó en un museo como una obra de arte … y los museos son buenos … como luchar contra el cambio climático, revertir las extinciones y acabar con el hambre en el mundo.
¿Ahora te parece un poco más atractiva la carne artificial? Olvidemos el negocio multimillonario que representará esta nueva industria y repite conmigo: Carne de mamut lanudo. Ni se te ocurra pensar en los miles de ganaderos que se quedarán sin trabajo, repite conmigo: Carne de mamut lanudo. ¿Pero entonces la fabricación de esta carne no necesitará ningún tipo de energía y no generará lo mismo o más CO2 que la ganadería? Ríndete de una vez y repite conmigo: ¡Carne de mamut lanudo! ¡Dónde Jurassic Park y el McDonald’s se dan de la mano!
El mundo actual de la comunicación y el marketing se sustenta en la tecnología y en la hipercorrección política, convirtiéndose en la vanguardia y fuerza de choque de la producción del discurso público y de aquello que debemos considerar aceptable. No existe tensión alguna en los discursos y se evita generar debate bajo ninguna circunstancia, se fija una meta, y narrativa tras narrativa , lo imposible se convierte finalmente en posible.
Me gustaría decir que todo lo anterior es una broma, una mera boutade creada para vuestro entretenimiento, pero debemos prepararnos para tragar la albóndiga de Overton, la elección de la salsa como siempre, queda a vuestro criterio.